martes, 25 de junio de 2013

Fragmento de Los Príncipes de los Piratas III-Guerra en los Mares(Parte 1)

Llevaba días con dolor de cabeza y unos mareos inexplicables y cuando se levantó aquella mañana seguía igual o incluso peor.

Sintió unas terribles ganas de vomitar al oler el pan recién hecho que vendía la panadería de enfrente. ¿Por qué me ocurre esto? Rápidamente se dirigió hacia un barreño y comenzó a vomitar. Parecía sentirse mejor justo después de haber expulsado el escaso contenido de su estómago pero aquella sensación no duró mucho tiempo.
Armándose de valor se vistió para ir a trabajar a la taberna, hacía una semana desde que cogió tres días libres para poder estar con Drake y ese mes debido a la rapidez con la que el pirata había venido, había estado sin trabajar más de una semana. No podía dejar tirada a su jefa mucho tiempo más. Entró en la taberna y todas sus compañeras posaron su mirada en ella.

-¡Estás muy palida Laisani!-le dijo la voluptuosa Asker.

-No me encuentro muy bien. Llevo días mareada y acabo de vomitar.-

-Todas hemos comido lo mismo, así que no eches la culpa a mis pucheros señorita.-dijo Urmea la anciana cocinera.

-Eso nunca tía Urm, tus pucheros curarían hasta al peor de los enfermos.- dijo Laisani intentando esbozar una sonrisa.

-¿Sigues teniendo náuseas?- preguntó Grista, la dueña de la taberna, madame del prostíbulo y por tanto jefa de Laisani.

-Sí, no se me van. Y me molestan olores que antes adoraba. Ha sido oler el pan recién hecho del Horno Pask y no he podido soportar las ganas de vomitar.-

-Eso no suena bien…-dijo Asker.

-¿Has tomado precauciones con los clientes?-preguntó Grista.

-Siempre, me tomo los frasquitos que me das antes y después del servicio.-

-¿Con Drake también?-preguntó Asker.

Laisani se quedó paralizada.

-Eso es un no rotundo.-dijo Grista.

-Igualmente, ¿Creéis que el fluidito de un íncubo se va a ver frenado por unos frascos con hierbajos?- dijo con su voz ronca la cocinera.-A esos bichitos no los matan ni los mismísimos Dioses.-

Laisani se tambaleó haciendo que tanto Grista como Asker se asustaran.

-Mejor siéntate nena.-le comentó su jefa.

Laisani se puso la mano en el vientre.

-¿Creéis que estoy embarazada de Drake?-

Ambas asintieron casi al instante.

-Creo que voy a vomitar.-

Asker rápidamente se marchó en busca de una palangana para evitar que su compañera vomitara en el suelo.
-Ponte tranquila, es normal que te sientas así.-

-¿Quién sabe que es normal? ¡Está embarazada de un demonio! ¡A lo mejor el bebé se la come por dentro!-dijo Asker mientras le entregaba la palangana a la joven en cinta.

-No digas eso.-le reprochó Grista dándole un golpe en la cabeza.-¿Quieres asustarla? Ya es difícil quedarse embarazada de un hombre normal, ya sufres por lo que pueda ocurrirte a ti y a la criatura como para que encima tú le digas que su hijo semidemonio la matará desde sus entrañas.-

Laisani vomitó.

-No tenéis ni idea.-dijo la cocinera trayéndole una taza caliente a la joven.-Tómate esto preciosa, evitará que tengas tantas náuseas.- después se giró hacia las otras dos mujeres.-Ningún hijo de íncubo se ha comido a su madre desde el vientre. Simplemente les dan poderes sobre naturales durante el embarazo y les alargan la vida.-

Laisani se acababa de limpiar la boca tras haber vomitado y se disponía a beber aquella infusión que le había hecho la vieja cuando escuchó aquellas palabras.

-¿Poderes? ¿Qué clase de poderes?-preguntó la embarazada.

-Los propios del padre. Seguramente tengas unas ganas terribles de tener sexo.-

Laisani se quedó pensativa. La verdad es que en esos momentos tener relaciones sexuales era lo que menos le apetecía.

-¿No notaste nada raro la última vez que estuvo Drake aquí?-preguntó Grista.

-¿Raro? ¿Cómo qué?-

-No sé, algo que fuese distinto a lo normal cuando estáis juntos.-

Laisani pensó durante unos instantes.

-No sé, no se cansaba tanto, pero supuse que sería porque habría recuperado fuerzas antes de venir.-

-¿No se cansa? ¿Acaso un íncubo se cansa follando?-preguntó extrañadísima Asker.

-Piensa que cada vez que lo hacemos me roba mi vitalidad, para evitar que yo muera él tiene que darme su sangre, como hizo la primera vez. Para que no me debilite rápido lo que hace es morderse la lengua, así mientras lo hacemos y nos besamos voy  bebiendo su sangre.-Laisani se llevó un segundo la mano al pecho debido a una fuerte náusea, después prosiguió.-Lo que este método hace que el que acabe debilitándose rápido sea él. Pero desde que estuve en su barco no se debilita, da igual cuantas veces lo hagamos.-

Las tres mujeres que la acompañaban se quedaron en silencio hasta que la cocinera decidió hablar.

-Claro, ahora no puede robarte la vitalidad. Su criatura lo vuelve más fuerte.-

-¿Tú crees?-

La vieja asintió.

-¿De verdad le besas con la boca ensangrentada?-preguntó con casa de asco Asker.

-Sí, eso hace que podamos estar juntos.-

-¿No te da asco?-

-No, le quiero.-

-¡Es un demonio Laisani!-

-Lo sé, pero eso no impide que le quiera y él a mí.-

-Discrepo preciosa.-dijo en un tono seco Grista.-Los demonios no quieren a nadie, va en contra de su naturaleza.-

-Drake me quiere, está pensando dejar su vida como pirata y quedarse aquí conmigo.-

Asker comenzó a reír a carcajadas. -¡Eres tonta!¡Te está engañando!-

-Dejad a la muchacha.-dijo la cocinera.-Tal vez tenga razón. ¿Para qué va a mantener con vida un íncubo a una simple humana? Los demonios se debilitan en Kartia, no es descabellado que la debilidad de Drake sea está jovencita.-

Laisani sonrió al ver que la anciana le daba la razón.

-Bueno Laisani, tómate la infusión y cuando te encuentres mejor ponte en la barra a atender. Voy a abrir ya la taberna.-dijo su jefa.

La chica asintió y empezó a beber. Asker se marchó a limpiar unas mesas tras llevarse la palangana donde la embarazada había vomitado y la anciana cocinera se dirigió a la cocina a preparar el menú del día.

Caída la noche la taberna se convertía en el prostíbulo más famoso de las islas cercanas. Miles de marineros, piratas y nobles venían allí para disfrutar de la compañía de las mejores doncellas. Laisani era famosa por ser guapa, amable y joven y su lista de clientes aumentaba casi diariamente. Aunque con la llegada de los Puros, los encargados de acabar con la piratería, pocos clientes tenían el valor suficiente para acercarse por miedo a que se les relacionara con la piratería por el hecho de visitar una taberna famosa entre los corsarios más temidos.
Pero eso no impedía que el Conde Aver, uno de los nobles más ricos de toda la ciudad se acercara cada semana a ver a su querida Laisani.

-¡Buenas noches Conde!-

-¡Muy buenas Grista!-

-¿Le pongo lo de siempre?-

-Sí y dile a Laisani que he llegado.-

-Siento decirle que tal vez hoy no pueda solicitar los servicios de Laisani.-

-¿Qué le ocurre?-

-No se encuentra bien, pero no se preocupe hablaré con otra de mis chicas para que se encargue de hacerle pasar una buena velada.-

-Bueno, espero que mi preciosa Lai se recupere.-

-Eso lo esperamos todos.-

La mujer le sirvió su botella de vino de Fortan y le sonrió con la mejor de sus sonrisas, el Conde se dirigió a una mesa esperando a que la doncella que iba a estar con él aquella noche se le acercara.

Laisani salió de la cocina con unos platos de estofado para unos marineros que acaban de llegar.

-Laisani, ha venido el Conde.-le dijo Grista señalando al noble.

-Ahora termino y estoy con él.-

-¿Te encuentras bien? Le he dicho que estabas mal y que mejor estuviera con otra de mis chicas.-

-Sí, estoy perfecta, la infusión de la tía Urm ha hecho que poco a poco me vaya encontrando mejor. No te preocupes, yo me encargo de él.-

Laisani sirvió el estofado y se acercó a la mesa del noble. Ambos se marcharon juntos a uno de los cuartos donde las chicas ofrecían sus servicios.

Una hora después la muchacha salió con el rostro desencajado de la habitación y fue en busca de su jefa.

-Grista,¿Podemos hablar?-

La mujer se encontraba atendiendo a unos clientes en la barra y decidió que eso era más importante que lo que la muchacha podía contarle.

-¡Grista! ¡Tenemos que hablar!-le dijo cogiéndola del brazo y apartándola de los clientes.

-¿Qué puñetas haces Laisani? ¿Quieres que te azote cuando cerremos la taberna?-

Grista había criado a Laisani desde que tenía cuatro años y sus padres se la vendieron, la mujer siempre había intentado aparentar que la quería como a una hija pero la joven no lo veía así. Tendía a pagar  todos sus problemas con  ella dándole palizas o torturándola, el maltrato a la muchacha la hacía sentirse bien o al menos eso pensaba la pobre víctima.

-Le pasa algo al Conde. De repente justo cuando hemos terminado se ha puesto pálido y parece que está agonizando.-dijo la joven sollozando.

La mujer puso los ojos como platos, cogió a la chica del brazo con fuerza y la arrastró a la habitación. Al entrar vio al hombre con la mirada perdida, pálido y casi sin poder respirar.

-¿Qué crees que le ocurre?-

Grista se acercó al hombre y recordó el día en el que por primera vez Drake se acostó con Laisani. Aquel hombre estaba sufriendo lo mismo que ella aquel día. La mujer rompió la botella de vino que se habían llevado a la habitación y cogió el brazo de la joven.

-¿Pero qué…?-

Grista le hizo un tajo con el cristal a la joven y rápidamente acercó la herida a la boca del hombre para que bebiera de su sangre. Laisani entendió todo. ¿Podría ser qué, como dijo tía Urm, el bebé le hubiese dado el poder de Dakre?  ¡Así era! El Conde poco a poco se recuperaba y comenzó a dejar de estar pálido. Cuando se recuperó del todo se asustó al ver a Grista allí y a la joven sangrando.

-¿Qué ha ocurrido?-

-No sé preocupe Conde, Lai se ha cortado con la botella y estaba preocupada por ella. Vístase, iré a currarle esta fea herida a mi chica.-

El hombre asintió y comenzó a vestirse mientras la mujer arrastraba con fuerza a la joven por el brazo.

-Me vas a meter en un lío.-

-Lo siento.-dijo la joven casi en un susurro.

La mujer la llevó a la cocina donde tía Urm estaba recogiendo.

-No voy a cocinar más, si queréis cenar algo ahí hay sobras.-dijo al escuchar que las dos chicas entraban pero sin percatarse de que no venían a por cena.

Grista apartó a Urmea de un empujón y cogiendo a Laisani del cuello la estampó contra la placa de metal dónde Urmea cocinaba y que aún permanecía al rojo vivo.

Los gritos de la joven inundaron la cocina, lo que hizo que la mujer le metiera un trapo en la boca para evitar que gritara.

-Esto es lo que sentirás cuando ardas en el infierno por culpa de tu aventura con el demonio.-

Urmea estaba horrorizada, había visto a Grista azotar a la joven, darle tremendas palizas con la vara de madera que tenía en su despacho pero aquello ya era excesivo. La joven estaba embarazada, aunque fuese de un demonio, y además vio la tremenda herida que tenía en el brazo y que no paraba de sangrar. La anciana salió horrorizada de su cocina con los ojos empapados en lágrimas.

-¿Qué te ocurre tía Urm?-le preguntó Asker.

La anciana no pudo contestar. Se abrazó a la joven y lloró desconsoladamente.

Laisani sentía como su carne se quemaba hasta el punto de no sentir nada, perdió la vista del ojo izquierdo que se quemaba con el tremendo calor que desprendía aquella placa y sintió como parte de su melena castaña se achicharraba también.

-¿No te gusta verdad?-gritó Grista.

La mujer observó como la chica dejaba de moverse lentamente, su vida se apagaba poco a poco. Rápidamente apartó a la chica de la placa y observó los daños que le había causado. Tenía la mitad de la cara completamente quemada, quemaduras probablemente irreversibles.

-¡Oh Laisani! ¿Qué te he hecho pequeña?- dijo la mujer arrepentida mientras le sacaba el trapo de la boca a la chica haciendo que pudiese respirar, eso sí con mucha dificultad.

-¡Espero que me perdones! Jamás pensé en matarte.-dijo al ver que aquella situación ya no tenía vuelta atrás. Laisani se estaba muriendo.-Tú alma me lo agradecerá. Esa criatura no debe nacer.-

Puso con cuidado a la muchacha en el suelo e intentó aguantar las arcadas que le daba ver el rostro desfigurado de la joven. –Iré a buscar a un sacerdote de Huen, él perdonará tu alma y hará que vayas al paraíso.-

La mujer salió de la cocina e indicó a los pocos clientes que quedaban que debían marcharse. Después salió de la taberna sin mediar palabra. Urmea le había contado lo que había visto a Asker y cuando Grista se marchó se acercaron a la cocina a ver a la pobre Laisani. Ambas se quedaron atónitas al ver a la muchacha de pie mirándose el rostro usando una cacerola como espejo.

-Me ha salvado.-dijo tocándose el vientre.-Mi bebé me ha salvado igual que Drake hizo cuando al Lord Frid le dio por experimentar conmigo los umbrales del dolor.-

Las dos mujeres se quedaron atónitas. Laisani tenía el rostro casi mejor que nunca, su piel lucía brillante y preciosa como la de un bebé y la herida de su brazo había cicatrizado sin dejar rastro.

-¡Los poderes de un demonio!-exclamó Urmea para acto seguido abalanzarse sobre la muchacha para abrazarla con fuerza.-Pensé que te mataba.-

-Yo también tía Urm, yo también.-

Asker se encontraba atónita, su relación con Laisani había sido siempre bastante tensa, nunca se habían llevado bien debido a la competitividad que había entre ambas, pero ahora la joven embarazada le daba pánico. ¿Se estaba convirtiendo en un demonio? Asker era supersticiosa y muy religiosa, acudía casi todas las semanas al templo de Huen para redimir sus pecados como prostituta, nunca aprobó que Drake fuera bienvenido en la taberna y mucho menos que Laisani mantuviera una estrecha relación con él. La joven lejos de acercarse a abrazar a su compañera contenta de que se hubiese salvado a tan cruel tortura salió de la cocina y al igual que había hecho Grista se dirigió al templo.

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Los Principes de los Piratas III: Guerra en los mares. by Lidia Rodríguez Garrocho is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

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