martes, 25 de febrero de 2014

Fragmento-El Oráculo del Norte.

Dyre le sonrió y después apoyó la cabeza en su pecho.

-¿Me quieres?-

-Claro que sí.-dijo Assar.

Dyre le abrazó con fuerza y cerró los ojos para escuchar el latido del corazón de su amado.

-¿Tienes frío?-preguntó Assar a su amada.

-No.-respondió ella.

El silencio se apoderó de la estancia,en la que los dos amantes se encontraban. Assar no era un chico que poseyera grandes riquezas pero su condición de guerrero protector del Jarl le había dado una buena posición entre los bondis más adinerados. Dyre por el contrario era una bondi de la clase más baja, su padre había muerto en la Guerra de la helada y su madre no había conseguido otro marido lo que hacía que el dinero no abundara en su casa. Assar y ella se conocían desde hacía unos años y a pesar de que aún no se habían prometido ambos se referían el uno al otro como tales.

-¿Cuando te marchas?-preguntó Dyre sin abrir los ojos y sin dejar de abrazar a su amado.

-Al amanecer-respondió el guerrero.

-No quiero que te vayas.-dijo la joven en tono triste. 

-Lo sé-dijo él en voz baja.-Pero he de marcharme, si podemos evitar una guerra o al menos alejarlos todo lo posible de aquí será mejor.-continuó él.

Assar y Dyre pertenecían a la tribu Ejjmian en el Reino de Nejkin, siempre había sido una tribu relativamente pacífica pero un problema territorial y según las malas lenguas un lío de faldas habían llevado a la tribu pacífica a entrar en guerra con su tribu vecina, Frodjmian. El Jarl de Frodjmian quería venganza, al parecer por un territorio cedido por el Rey y que el Jarl de Ejjmian se había apropiado. Assar no llegaba a conocer las verdaderas razones de ese estado de guerra que se había declarado entre ambas tribus y la verdad es que la mayoría de los Hersirs, los guerreros, tampoco lo hacían. Aún así, todos cumplían a ciegas las órdenes que el Jarl daba si eso mantenía a toda la aldea Ejji a salvo. 

Dyre suspiró, abrió los ojos y apartó su cabeza del pecho de Assar para poder mirarlo a la cara. 

-¿Pensarás en mi?-le dijo la joven.

Assar asintió para acto seguido besarla. Durante su relación Assar había tenido que viajar durante largos períodos, Dyre en la noche anterior a todos los viajes le hacía aquella pregunta. Era una especie de código de amantes, una pregunta que tenía un significado mayor del que muchos podían imaginar. Dyre no solo se lo preguntaba para saber si pensaría en ella durante todo el tiempo que iban a estar separados si no también para recordarle que le debía fidelidad al igual que ella y sobretodo para que no hiciera locuras y pudiera volver sano y salvo a su lado. La joven siempre había pensado que si él se acordaba de ella en momentos claves en los que su vida podía correr peligro le serviría como un amuleto o como un sexto sentido para evitar salir mal parado, la verdad es que hasta la fecha le había funcionado y por eso continuaban haciendo aquel pequeño ritual. 

De repente ambos amantes comenzaron a escuchar gritos fuera de la estancia, unos gritos que se convirtieron en un bullicio que a Assar le resultaba familiar. 

-¿Qué ocurre?-preguntó Dyre asustada.

-¡Escóndete!-grito Assar mientras se apartaba de ella para comenzar a vestirse. 

-¿Qué?.-preguntó la joven más asustada aún.

-¡El pacto! ¡No han cumplido el pacto!.-

El Jarl de Ejjmian había conseguido una pequeña tregua con el Jarl de la tribu enemiga, al amanecer Assar, el Jarl y algunos Hersirs más iban a marchar a una zona neutral para una negociación, no se iba a tratar de una batalla aunque claro estaba que tratándose de tribus atsilánicas aquello no era algo que se supiera a ciencia cierta. 

Dyre cogió su vestido y rápidamente se lo puso mientras Assar terminaba de vestirse.

-¿Crees que son ellos?- 

-Lo sé.-

La joven terminó de atarse los cordones del escote del vestido y rápidamente cogió la espada de hierro atsilánico de Assar y se la entregó.

-Escóndete y pase lo que pase no salgas.-le dijo el joven.

La chica asintió con vehemencia y después besó a su amado.

-Piensa en mí.-le dijo repitiendo el ritual. Assar le guiñó un ojo en una respuesta afirmativa para después salir de la casa. 

Dyre rápidamente empezó a buscar un escondrijo en la casa. Tardó unos dos minutos en conseguir sacar todo lo que había en un pequeño armario para esconderse ahí. Los minutos pasaban y podía escuchar los gritos de dolor de muchos guerreros, los llantos de los niños y mujeres y el chocar del acero de las espadas. Todo olía a humo e incluso le pareció sentir un poco de olor a sangre. Estaba aterrorizada, las mujeres de Ejjmian no eran cobardes, muchas de ellas habían ido a la guerra junto a sus maridos pero Dyre no era digna de todas esas leyendas que se contaban sobre las mujeres del norte. Ella siempre había vivido con miedo a la guerra, y a pesar de que era hija de un guerrero y la prometida de otro, odiaba la guerra y todo lo que ella acarreaba. La joven de aspecto frágil se tapó los oídos intentando evitar así escuchar todo el dolor que la batalla traía. Prácticamente era imposible pero al menos escuchaba con más fuerza su corazón y eso la tranquilizaba. Se imaginaba que era el latido de Assar, después de hacer el amor ella siempre se apoyaba sobre su pecho y escuchaba su corazón con los ojos cerrados, amaba el sonido de su corazón, amaba a Assar y solo él la podía consolar en aquel momento y hacer que su miedo desapareciera. 

De repente escuchó como alguien entraba en la casa, aquella casa en la que ella prácticamente vivía junto a su amado. ¡Fuera de aquí! Pensó la joven. ¡Fuera de mi casa! Los pasos de un hombre fuerte y seguramente muy pesado sonaban con fuerza haciendo que el pequeño armario donde ella se encontraba retumbara. Segundos después cesaron. Dyre notó su corazón más acelerado que nunca mientras rezaba a todos los Dioses del Valhala para que quien fuese el que estaba allí con ella no la encontrara. Los Dioses no la escucharon. El fornido hombre abrió el armario descubriendo a la joven, la cogió de un brazo y la sacó a malas de su escondite. 

-¡Pensabas que no te iba a encontrar!-le dijo burlón el soldado Frodjmian. 

-¡Suéltame!-gritó la chica intentando escapar. 

El hombre apretó con fuerza su brazo y la arrastró hasta la calla como si fuera un trasto inservible. 

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El Jarl de Frodjmian se sentó en la Silla Roja. Dyre observaba aterrorizada como la sangre de su antiguo Jarl llenaba el suelo de aquella lujosa estancia. 

-Traedlas a todas.-

-Están son las más jóvenes y guapas mi señor.-dijo Dellinger, uno de los Holds de Ejjmian y claramente un auténtico traidor. 

El nuevo Jarl observó a las chicas una a una, tomándose su tiempo para desnudarlas con la mirada. Dyre tenía la cabeza gacha, le daba asco estar ante el cadáver de su antiguo Jarl y sobretodo frente a un traidor. 

-¡Eh tú!-gritó el Jarl.

Dyre sintió que hablaba con ella, una punzada en el pecho se lo indicó, un presentimiento que claramente no erraba. 

El hombre se levantó de la silla y se dirigió hacia la joven para alzarle la cabeza agarrándola de la barbilla.

-Eres muy tímida.-le dijo en un tono que a la joven la hizo estremecerse. -No escondas esos preciosos ojos púrpura.-

Dyre no pudo evitar echarse a llorar, las lágrimas abandonaban sus ojos para recorrer su rostro hasta llegar a la sucia mano de aquel extraño.

-¿Qué ocurre preciosa?-le dijo en lo que fingía ser un tono dulce.

Dyre intentó librarse de la mano del hombre pero éste volvió a cogerla con más fuerza.

-He elegido.-gritó mirándola a los ojos. 

Dyre los abrió como platos y comenzó a temblar. ¿Ella era la elegida? ¿Para qué?

-Prepararme una habitación, la señorita y yo vamos a divertirnos.-

Dyre supo enseguida de lo que estaba hablando, quería acostarse con ella, lo que hizo que se pusiera más y más nerviosa, tanto que intentó echar a correr a pesar de que estaba atada de pies y manos. 

-Levantala.-ordenó el Jarl al ver que la joven se había caído de bruces y prepararla para mi.-

Dicho esto dos guerreros cogieron a la chica y se la llevaron. Los gritos de la joven se escucharon durante unos minutos. 

-Ha hecho una buena elección mi señor.-dijo Dellinger.

-Es muy guapa.-

-Y además es la prometida del hombre que se atrevió a humillar a su hijo.-

Los ojos del Jarl comenzaron a brillar como si reflejaran la enorme alegría que le había causado escuchar aquellas palabras. -¿Ha muerto?-preguntó a Dellinger.

-No, está en uno de los calabozos.-respondió el traidor.

-Que le lleven a la habitación. Verá lo que es que humillen a un ser querido.-

3 comentarios:

  1. No tienes ni idea de lo que dices, no es mezcla de nada, solo tiene el contexto histórico, pero eso no significa ni que sea igual ni que sea una mezcla ni nada. ¿A caso todo lo que es de romanos es Gladiator? No verdad, pues deja de poner esos comentarios destructivos.

    ResponderEliminar
  2. No has escuchado nunca que las comparaciones son odiosas. La autora trabaja duro en estas historias les pone toda la pasión y dedicación que puede para que sean únicas y originales y tú lo único que haces es compararlas vulgarmente por el contexto histórico en el que se desarrolla. Me parece una falta de respeto a una persona que está intentando hacer de la escritura su medio para vivir.

    ResponderEliminar
  3. Bueno Anónimo no sé quien eres y te agradezco sobremanera que me defiendas y defiendas mi trabajo pero Aarón es un buen amigo y ese comentario sé cierto que no ha ido con maldad, que a lo mejor fue un poco escueto y puede parecerlo a ojos extraños, puede, no te sé decir que puede parecer lo que alguien escriba o incluso yo misma, pero no fue ni a malas ni con ánimos de "destruir". Repito, gracias por tu apoyo pero creo que este tema debería zanjarse, si queréis comentar algo más sobre el escrito, sobre la saga , personajes , etc, os animo pero ya está.

    ResponderEliminar